El sonido fue intensificándose agradablemente y el sol picó mi resina. Y al fin pude abrir los ojos. Lentamente, como si hiciera años que no viera el sol, mis ojos se fueron acostumbrando a su luz.
Pero cuando pude ver al fin, lo que encontré, no me gustó. Un enorme muro de piedra gris se alzaba frente a mí y bajo mi cuerpo estaba una especie de roca fina con extraños cuadraditos.
Me levanté lo más rápido que pude y observé con pánico mi situación.
“No puede ser, no es posible” El mundo humano se extendía a mis pies con su total magnitud y extensa magnificencia. “¿Cómo puedo ser yo aquí?”
El miedo me colapsó y no me dejó actuar, eso no era posible, ¡no lo era! Y entonces me di cuenta que delante de mí innumerables pies andaban con brío y que un poco más adelante, grandes máquinas de colores pasaban girando sobre ruedas y propinando un ruido ensordecedor.
No me detuve a pensar, simplemente anduve, huyendo de la gente (cosa difícil) porque sabía que si pensaba, si recordaba, acabaría loco. Así que me prometí sobrevivir y olvidar, tal como ella… hubiera querido.
Las cicatrices de mis heridas me hacían compañía mientras el sol desaparecía y la Luna ocupaba su lugar en el cielo. No sabía donde estaba y el miedo me colapsaba, así que cogí un periódico y me tumbé en un rincón tapándome con este y cerré los ojos.
-Mira, ¿qué hace este pequeñín tapado con un periódico, tan solo?- una voz habló con otra delante de mí.
-¡¡Que mono!!- gritó la otra.
Algo me cogió por la cintura y abrí los ojos con pánico cuando me vi suspendido en el aire por una gigantesca mano. Unos enormes pares de ojos azules me miraban con amor y curiosidad mientras me sostenía.
-¿Cómo te llamas pequeño vagabundo?- preguntó la rubia que me sostenía.
No respondí.
-No se encuentran todos los días gente como tu.- dijo la otra.
-Vamos, te llevaremos a casa y te pondremos decente, luego, haz lo que quieras, pero te recomiendo quedarte, este mundo es demasiado grande para ti.- la rubia me puso entre sus brazos y empezó a andar.
-¿Qué tal Squall? ¿Te gusta el nombre?- me miró la morena con ojos felices, pero no fui capaz de responder.
Y bueno, aquí empieza mi vida en este mundo. Me llevaron a su casa, una semana en casa de una y otra en casa de la otra, un lio.
Pasé días asustado, aún con el dolor demasiado cerca, bajo las mantas, con las manos oprimiendo mi pecho sin quererlo, con a veces lagrimas en los ojos, pero con el tiempo he aprendido a convertir el dolor en algo pasado, en vivir de nuevo algo que jamás tuve, a esconder el dolor, los sentimientos, bajo el sarcasmo y la indiferencia.
Solo hay algo que jamás olvidaré, mi violín. Su sonido, la paz de sus notas, el único sentimiento que soy capaz de expresar, es mi amor por la música.
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