Squall

Squall
Un músico de talento, una belleza sin igual, un amor indestructible, una muerte para los dos. De entre la oscuridad despertó y un nuevo camino empezó.

miércoles, 18 de junio de 2008

Sin ti...

El bosque oscurecía, el canto de los pájaros cesó y el hablar del búho ocupó su lugar. Mi pelo caía sucio por mi rostro y las lágrimas brillaban en mis mejillas. El frío de la noche impregnaba mi resina y sin una manta con la que taparme mi cuerpo empezaba a dejar de responder.

Me sentía solo, estaba sin hogar, triste y desamparado.

Cuando el sol salió de nuevo mis ojos aún abiertos resiguieron las anchas hojas de los árboles. Me levanté con esfuerzo y anduve.

Las ventanas cerradas, oscuridad y silencio. Mis piernas siguieron mi corazón y se detuvieron ante la puerta de mi salvación.

El sol subió al cielo, los pasos resonaron en el interior. Mis piernas aún inmóviles, mis oídos atentos y entonces le oí:

-Marina, ¡Marina!- su voz sonaba un poco afónica.

-Disme.- respondió Marina.

-Por favor, tráeme un poco de agua, mis ojos me han sec… secado.- su voz que quebró al mismo tiempo que mi corazón.

-Hay… dios mío Caín, tranquilo, ahora te llevo el agua y saldré un momento, no te me suicides, ¿eh?- Marina le trajo el agua y oí como bajaba las escaleras y abría la puerta.

Ante mí la luz del hogar iluminó mis ojos y la alta silueta de la humana se detuvo ante mí.

Me sonrió con cariño y habló:

-Bienvenido, pequeñín, pasa.- me dejó pasar y mis pies anduvieron solos hacia arriba.

Mi mano abrió la puerta y unos ahogados llantos cesaron al instante. Unos ojitos verdes me miraron húmedos, asombrados. Sus piernas se levantaron y su mano se extendió hacía mí.

-Lo siento…- mi voz se quebró y mis piernas se doblaron.

Sus manos rodearon mi cuello y sus labios besaron los míos.

-No, no lo sientas. Gracias.- sus besos volvieron mi alma a la vida, su fina resina, sus largos cabellos negros, su cuerpo junto al mío.

-Te quiero.- le murmuré al oído con cariño.

Separación

Pasaron meses, los dos juntos buscabamos un método para regresar a nuestr mundo, pero los días pasaron y se me terminaron las ideas de cómo poder regresar. Al final renuncié y me permití pasarme unos días quieto en casa, con Caín, disfrutando de una tranquilidad rutinaria.

Un adía sentados en el sofá mirando la televisión, Caín estaba demasiado serio, no hablaba ni me miraba, así que me extrañé.

-Caín, ¿te pasa algo?- le puse la mano en el hombro preocupado.

Me miró y luego miró mi mano.

-No, ¿por qué?- siguió mirando la televisión, serio.

-No, por nada.- quité la mano de encima de él y intenté concentrarme en el programa, pero no podía apartar la mirada de su extraño rostro pensativo.

Pasaron unos minutos y el silencio se hizo más tenso, hasta que volví ha insistir.

-No me lo creo, por favor, dime qué te pasa, ya es extraño, pero es que me preocupas.- le miré inquiridoramente esperando una respuesta.

Me miró. Permaneció en silencio unos segundos y suspiró.

-No te entiendo.-empezó.- Quieres irte, de vuelta a tu mundo, pasas días sin estar en casa, me dejas a un lado, ¿ahora quieres que este bien contigo?- si mirada se volvió acusadora.

-Pero… anda, déjalo.- no tenía ganas de entrar en ridículas discusiones.

-No, no.-tu lo has querido, ahora me escucharas.- espero una respuesta, pero no dije nada, miré de nuevo la pantalla y escuché.- ¿Por qué quieres irte? Nada te espera al otro lado, ni casa, ni familia, nada. Pero… aquí… mi único propósito es encontrar a mi hermana, pero he encontrado algo aquí, algo que no quiero perder, por eso hace tiempo que decidí empezar de nuevo.- vi como me miraba, peor no giré mi cabeza ni moví mis labios.- Estamos muertos, para los nuestros ya no estamos, hemos desaparecido y nuestro ser ha pasado al recuerdo. No haremos nada bueno removiendo los fantasmas del pasado, Squall.

La serenidad de sus palabras y el sentimiento de estas me sorprendió, le miré ahora con asombro. Sus palabras eran sabias, tenía toda la razón, aún así… alguna cosa me decía que debía regresar, encontrar a mi prometida y vivir de nuevo una vida que perdí.

-Aún así, necesito regresar, recuperar una vida que nunca pude vivir.- respondí.

-Eso mismo es lo que te digo, una vida, que nunca pudiste vivir. ¿Por qué sí vivirla ahora? Moriste, ¿recuerdas? Esto que tienes ante ti, esta casa, esta vida, es otra oportunidad, otros minutos y otros segundos, los que debes vivir y sentir con cada fibra de tu ser, no puedes perderla sumiéndote en melancolía por un pasado ya olvidado.

-¡No esta olvidado!- grite enfadado.

Me levanté y apreté los puños. Su mirada no cambió.

-Si, olvidados.- repitió.

-Nada me retiene aquí, ¡nada!- me giré para irme, pero sus palabras me detuvieron.

-Muy bien, largarte y nunca regreses. ¿Serás feliz? Solo dime eso, ¿lo serás?- se levantó con calma y me puso su mano en el hombro.

Apreté los dientes e intenté quitarme su mano de encima. Mis manos temblaron de rabia.

-Por supuesto.- mentí.

Su mano salió de mi hombro y sus pies retrocedieron.

-Muy bien, pero, no me digas adiós, yo aún viviré creyendo, que la persona a la que amo me ama a mí y que algún día, volverá.- sonrió con tristeza y se quedó quieto.

-No…- me giré instintivamente y alcé su mano hacía él, la que retiré avergonzado al instante.

-¿No?- preguntó.

-No te amo.- solté.

Fui a mi rincón, cogí mi violín y mi espada y sin mirar atrás me fui.


Amor

Los siguientes dos días los pasé en casa, con mi mi violín y mi música, pero no conseguía sacar de mi cabeza los ojos de ese muchacho, pero no quería verle, mis sentimientos me asustaban y temía que si le veía no me podría contener.

Pero volvió.

El tercer día me rendí ante mi impulso y volví. Pasé horas esperando, pero no aparecía. Y de repente oí algo entre las hojas, alguien caminar, siguiendo el sonido de mi música.

Mi corazón pareció bailar en mi pecho y luché contra ese sentimiento, en vano. No pasó ni medio minuto cuando entre las sombras salió él, despreocupado con las manos en los bolsillos i su carita inocente.

Levanté la cabeza y lo miré con curiosidad. Como podía ser tan bello…

-No pares, me gusta.- dijo sonriente con su voz angelical.- Sabes, es curioso, parece más bien que estés aquí a propósito, como si me esperaras. Llevas horas aquí sentado.- dijo mientras jugaba con una hoja.

-¿Quién eres?- no me moví ni dije nada de su comentario.

-Me llamo Caín.- respondió.

-¿Vienes de un carnaval?- dije refiriéndome a su traje. Me era más fácil ser indiferente a mis sentimientos si me burlaba de él.

Se miró de arriba abajo sorprendido por mi pregunta.

-No ¿por?- arqueó una ceja.

Que inocencia.

-Vas vestido como si salieras de una rúa medieval.- me burlé.

-La verdad es que tu tampoco vas muy “normal”.- contraatacó.

Volví a reír, pero él no se movió, me miraba fijamente con esos ojitos de chichillo.

-Soy Caín Hagreaves, el Conde Hagreaves. La verdad, no sé donde estoy. Hace apenas cuatro días me desperté en el bosque. Aún no entiendo que hago aquí y tengo que regresar.- me soltó eso así porque sí y me quedé asombrado.

A esas alturas todo lo que dijera me lo creía.

-¿De qué año eres?- pregunté.

-¿Que dices? ¿De cuál será?- dijo como si fuera algo obvio.

-Hombre, estamos en el año 2008 chaval.- no me creyó. Me miró como si le tomara el pelo y rió. Flojo.

-Se te ve convencido.- dijo riendo.

Lo miré serio, compadeciéndome de él, igual que yo, no sabía dónde estaba, él era un conde, y ahora ya no era nada. Él seguramente no sabía nada de los humanos, i de la existencia de mundos paralelos. Nosotros, las muñecas, vivimos paralelamente al mundo de los humanos y a distintos mundos, incluso hay muchos mundos de muñecas. Pero muy pocos mundos conocen a los demás, que yo sepa, tan solo nosotros, mi mundo y el de los ángeles.

-Aún no te has parado a pensar, ¿por qué todo esto es tan grande?- su sonrisa se le heló en los labios, me miró ahora más serio.

-Ni idea…- miró al suelo bajando la voz.

-No miento, estamos en el año 2008, pero en el mundo humano.- le vi levantar la cabeza para mirarme.- Cuando aparecí aquí, en mi mundo era el año 1543, morí, o eso creo y cuando desperté me encontré aquí, en este mundo, un mundo paralelo al nuestro.

Se quedó mudo, mirándome con ojos abiertos. Pareció creerme, su cuerpo tembló y cayó al suelo de rodillas, con la cabeza gacha y las manos en el suelo.

-Lo siento.- fue lo único que pude decir.

Se secó los ojos con las mangas y me miró con una triste sonrisa.

-No tienes porque disculparte, no es culpa tuya.- se incorporó y se sentó en el troco en el que estaba yo. Tenía una elegancia al andar…- Yo era un joven Conde, mi padre murió cuando tenía 7 años, pero todo ese tiempo me maltrato.- hizo una pausa y se llevó las manos a la espalda.- Mi madre murió al yo nacer. Tuve una hermana, Merrywater, de mi padre y una criada, ella tenía 9 años, o tiene, no lo sé…

>>Al cumplir yo los 16 mi padre regresó, aún no lo entiendo. Él fingió su muerte y su plan era conquistar el mundo y arruinar my vida, matando a todos a los que yo quería, su mayor prioridad. Pasé un año salvando Londres de incontables ataques de mi padre, hasta que le vencí en su plan maestre, murió, le maté sin quererlo, pero al huir, el edificio en el que estaba se derrumbó u me mató…o eso creo. Luego desperté aquí.

>>Se lo prometí, le dije a Merry que volvería, que todo sería perfecto, que rescataría a Riff, que volveríamos a estar todos juntos, pero yo sabía la verdad, que no regresaría. Espero, que se haya casado con Oscar, como él quería, y que no llore por mí…

No supe que contestar. Me quedé helado. Su vida había sido peor que la mía y eso era decir. Me compadecí de ese chico, tan inocente que parecía, pero había pasado todo ese miedo y horror. Supongo que lo que sentía era mucho peor de lo que expresaba y como yo, ocultaba su verdadero ser bajo incontables capas.

Me acerqué un poco más a su lado, pero no mucho, no quería sobrepasar mi límite de autocontrol. Vi como en su rostro había pequeñas marcas del paso de las lágrimas y me entristeció.

-Yo… toda mi familia murió y mi prometida… no lo sé…- le conté mi historia, sin tantos detalles como la que os he contado, fui al grano.

-Tus cicatrices… ¿te las hizo ese hombre?- me miró con ternura.

Asentí y ahora la lágrima salió de mí.

Intenté ocultarlo, pero me vio. Revivir todo lo pasado me causó un dolor que no esperaba, hacía mucho tiempo que no lo recordaba, y a demás, no entendía que hacía contándole mi vida a un chico que hacía minutos que conocía.

Acercó su mano hacía mi mejilla, donde la indiscreta lágrima caía lentamente. Aparté de golpe mi rostro de sus finos dedos. ¿Por qué? Mi corazón latía con rapidez, no lo entendía, no sentía ni miedo, ni odio… solo un fuerte impulso de acercarme a esa piel pálida y bella, a esos labios rosaditos, esos ojos…pero no quería ceder, no quería llegar al límite.

-No me toques.- le grité. Se quedó helado, sorprendido, aún con la mano extendida hacia mí.

La apartó y miró al suelo, avergonzado. Pude ver que se sonrojaba. Pero llegué al límite. Los ojos de tristeza, su belleza… era como un ángel maldito, imaginándomelo paseando por las noches entre la alta sociedad, con su sonrisa distinguida…

Mis labios sobre los suyos, besándolos con pasión, con mis manos alrededor de su cuello y las suyas en mi pelo… ojalá ese momento fuera eterno…

-¡¡¡Squall!!!- oí la voz de Marina gritarme, así que me aparté de él y me levanté.- Squa…

Se paró. Vio al chiquillo que estaba a mi lado, completamente colorado y la cabeza gacha.

-¿Quién es?- preguntó.

-E---yo…soy...- no pudo hablar, estaba muy nervioso y a la vez asustado.

-Déjalo. – le dije.- Se llama Caín. Se quedará con nosotros.- le miré- Tranquilo, ya se que la ves enorme, pero te acostumbraras.

Me miró con los ojos muy abiertos, pero no dije nada más. Me limité a mirar a Marina fijamente.

-¡¡Guay!!! Le prepararé su rinconcito en un segundo, pequeño señorito Caín.

Se quedó con nosotros, le presenté a muñecos, y en casa nuestra relación trataba de evitarnos y ni mirarnos, los primeros días, luego por las noches, venía a mi cama y dormíamos juntos.

Encuentro

-Que frío…- me cubrí con mu chaqueta cuando el viento sopló contra mi resina al andar por las enormes calles.

De repente me detuve delante de un aparador, tan grande que no alcanzaba a ver la parte más alta, pero no me hacía falta, cuando vi lo que había en la parte inferior, me quedé helado.

Pequeñitos, colgados de mayor a menor, estaba todo un arsenal de preciosos y delicados instrumentos de cuerda, violines, violas, cellos, y una especie rara que debajo ponía: “guitarra eléctrica”.

No me lo pensé ni dos veces, cuando la puerta de la tienda se abrió entré a hurtadillas en su interior. Me acerqué al escaparate con sigilo. Al final llegué junto a los instrumentos y los observé con admiración y melancolía.

Cogí uno con rapidez y me fui. Lo guardé en su funda y me lo llevé al bosque. Tenía la intención de probarlo, necesitaba volver a oír sus notas de gran belleza entre mis dedos.

-Hola chico, ¿Qué tal el paseíto?- preguntó Marina cuando llegué a casa.

Escondí mi violín rápidamente, ella aún desconocía mi pasado y no tenía ganas de pensar en él ahora.

-Perfecto.- la verdad es que perfecto era poco, estaba más feliz que nunca en aquel momento.

-Muy bien, hora te toca hacer tu cuarto, que no se qué haces chico pero eres un desastre con el orden.- la miré de reojo y fui a hacer lo que me pedía.

A la mañana siguiente volví a salir, y la otra y la otra. Normalmente salía, a no ser que nos fuéramos a algún sitio. Un día conocí a más personas como yo, no con la misma historia, pero que estaban atrapados en este mundo, algunos que ya habían nacido aquí, otros que habían sido creados por el hombre y muchas otras historias parecidas.

Entonces empecé a ser una persona distinta, y un poco más feliz. Pero felicidad nunca tuve, hasta un día.

Una mañana en el bosque, mientras practicaba y paseaba, me encontré con un individuo muy curioso.

Estaba sentado en un tronco tocando tranquilamente cuando oí ruido entre las hierbas, pero no le hice caso. Al cabo de un rato me encontré agotado de practicar con la espada y todo, así que me estiré y me dormí.

De repente, abrí los ojos porque un ruido a mi lado me despertó. Descubrí un chiquillo de unos 16 o 17 años curioseando mi violín. Lo miré sin saber que decir hasta que se giró y me vio.

Se quedó pillado un momento, aún con las manos en mi violín. Llevaba unas ropas que parecían del siglo XIX, con un babero y una chaquetita negra. También su pelo era negro, largo y liso, recogido en una coleta sobre el hombro. El flequillo le tapaba un ojo, de un verde oscuro, tristes e inocentes. Me miraban con sorpresa, parecía que en ellos se escondía una triste historia, y mi corazón se ablandó ante aquella belleza y mirada de soledad…

-¿Qué haces aquí?- dije al fin, intentando hablar con serenidad y sarcasmo.

Abrió la boca para hablar pero no dijo nada, intentó de nuevo pero igual. Al final dijo.

-Lo siento, no era mi intención despertarle, ni robarle, tan solo…- miró sus manos donde reposaba el violín y suspiró.

-Bien, tranquilo. Entonces vete, lárgate por favor. A, y deja mi violín en su sitio.- me arrepentí al instante de haber pronunciado esas palabras, en el fondo no quería que se fuera, era alguien como yo, perdido y encima muy bello.

-Bien, siento haberte molestado. Por cierto, -se giró cuando ya se iba.- tocas muy bien.

Se perdió entre las hojas. Me quedé unos minutos con la vista perdida donde su delgada y bella figura había desaparecido, pero me obligué a mi mismo a no pensar en él.

Vida

El sonido fue intensificándose agradablemente y el sol picó mi resina. Y al fin pude abrir los ojos. Lentamente, como si hiciera años que no viera el sol, mis ojos se fueron acostumbrando a su luz.

Pero cuando pude ver al fin, lo que encontré, no me gustó. Un enorme muro de piedra gris se alzaba frente a mí y bajo mi cuerpo estaba una especie de roca fina con extraños cuadraditos.

Me levanté lo más rápido que pude y observé con pánico mi situación.

“No puede ser, no es posible” El mundo humano se extendía a mis pies con su total magnitud y extensa magnificencia. “¿Cómo puedo ser yo aquí?”

El miedo me colapsó y no me dejó actuar, eso no era posible, ¡no lo era! Y entonces me di cuenta que delante de mí innumerables pies andaban con brío y que un poco más adelante, grandes máquinas de colores pasaban girando sobre ruedas y propinando un ruido ensordecedor.

No me detuve a pensar, simplemente anduve, huyendo de la gente (cosa difícil) porque sabía que si pensaba, si recordaba, acabaría loco. Así que me prometí sobrevivir y olvidar, tal como ella… hubiera querido.

Las cicatrices de mis heridas me hacían compañía mientras el sol desaparecía y la Luna ocupaba su lugar en el cielo. No sabía donde estaba y el miedo me colapsaba, así que cogí un periódico y me tumbé en un rincón tapándome con este y cerré los ojos.

-Mira, ¿qué hace este pequeñín tapado con un periódico, tan solo?- una voz habló con otra delante de mí.

-¡¡Que mono!!- gritó la otra.

Algo me cogió por la cintura y abrí los ojos con pánico cuando me vi suspendido en el aire por una gigantesca mano. Unos enormes pares de ojos azules me miraban con amor y curiosidad mientras me sostenía.

-¿Cómo te llamas pequeño vagabundo?- preguntó la rubia que me sostenía.

No respondí.

-No se encuentran todos los días gente como tu.- dijo la otra.

-Vamos, te llevaremos a casa y te pondremos decente, luego, haz lo que quieras, pero te recomiendo quedarte, este mundo es demasiado grande para ti.- la rubia me puso entre sus brazos y empezó a andar.

-¿Qué tal Squall? ¿Te gusta el nombre?- me miró la morena con ojos felices, pero no fui capaz de responder.

Y bueno, aquí empieza mi vida en este mundo. Me llevaron a su casa, una semana en casa de una y otra en casa de la otra, un lio.

Pasé días asustado, aún con el dolor demasiado cerca, bajo las mantas, con las manos oprimiendo mi pecho sin quererlo, con a veces lagrimas en los ojos, pero con el tiempo he aprendido a convertir el dolor en algo pasado, en vivir de nuevo algo que jamás tuve, a esconder el dolor, los sentimientos, bajo el sarcasmo y la indiferencia.

Solo hay algo que jamás olvidaré, mi violín. Su sonido, la paz de sus notas, el único sentimiento que soy capaz de expresar, es mi amor por la música.

Cain Hagreaves

Cain Hagreaves
por las calles de Londres por la noce, asistiendo a fiestas y bailes...aquella mezcla entre angel i diablo k fascinaba a todos. igual k siempre...con su sonrisa distinguida.

"cuando llora, siento que el aire esta cargado con una sensación de tristeza. Y eso da alas a mis pies. Le he encontrado...señor Cain" "Perdóneme por fabor señor Cain. No podré acompañarle al infierno."(God Child)