Los siguientes dos días los pasé en casa, con mi mi violín y mi música, pero no conseguía sacar de mi cabeza los ojos de ese muchacho, pero no quería verle, mis sentimientos me asustaban y temía que si le veía no me podría contener.
Pero volvió.
El tercer día me rendí ante mi impulso y volví. Pasé horas esperando, pero no aparecía. Y de repente oí algo entre las hojas, alguien caminar, siguiendo el sonido de mi música.
Mi corazón pareció bailar en mi pecho y luché contra ese sentimiento, en vano. No pasó ni medio minuto cuando entre las sombras salió él, despreocupado con las manos en los bolsillos i su carita inocente.
Levanté la cabeza y lo miré con curiosidad. Como podía ser tan bello…
-No pares, me gusta.- dijo sonriente con su voz angelical.- Sabes, es curioso, parece más bien que estés aquí a propósito, como si me esperaras. Llevas horas aquí sentado.- dijo mientras jugaba con una hoja.
-¿Quién eres?- no me moví ni dije nada de su comentario.
-Me llamo Caín.- respondió.
-¿Vienes de un carnaval?- dije refiriéndome a su traje. Me era más fácil ser indiferente a mis sentimientos si me burlaba de él.
Se miró de arriba abajo sorprendido por mi pregunta.
-No ¿por?- arqueó una ceja.
Que inocencia.
-Vas vestido como si salieras de una rúa medieval.- me burlé.
-La verdad es que tu tampoco vas muy “normal”.- contraatacó.
Volví a reír, pero él no se movió, me miraba fijamente con esos ojitos de chichillo.
-Soy Caín Hagreaves, el Conde Hagreaves. La verdad, no sé donde estoy. Hace apenas cuatro días me desperté en el bosque. Aún no entiendo que hago aquí y tengo que regresar.- me soltó eso así porque sí y me quedé asombrado.
A esas alturas todo lo que dijera me lo creía.
-¿De qué año eres?- pregunté.
-¿Que dices? ¿De cuál será?- dijo como si fuera algo obvio.
-Hombre, estamos en el año 2008 chaval.- no me creyó. Me miró como si le tomara el pelo y rió. Flojo.
-Se te ve convencido.- dijo riendo.
Lo miré serio, compadeciéndome de él, igual que yo, no sabía dónde estaba, él era un conde, y ahora ya no era nada. Él seguramente no sabía nada de los humanos, i de la existencia de mundos paralelos. Nosotros, las muñecas, vivimos paralelamente al mundo de los humanos y a distintos mundos, incluso hay muchos mundos de muñecas. Pero muy pocos mundos conocen a los demás, que yo sepa, tan solo nosotros, mi mundo y el de los ángeles.
-Aún no te has parado a pensar, ¿por qué todo esto es tan grande?- su sonrisa se le heló en los labios, me miró ahora más serio.
-Ni idea…- miró al suelo bajando la voz.
-No miento, estamos en el año 2008, pero en el mundo humano.- le vi levantar la cabeza para mirarme.- Cuando aparecí aquí, en mi mundo era el año 1543, morí, o eso creo y cuando desperté me encontré aquí, en este mundo, un mundo paralelo al nuestro.
Se quedó mudo, mirándome con ojos abiertos. Pareció creerme, su cuerpo tembló y cayó al suelo de rodillas, con la cabeza gacha y las manos en el suelo.
-Lo siento.- fue lo único que pude decir.
Se secó los ojos con las mangas y me miró con una triste sonrisa.
-No tienes porque disculparte, no es culpa tuya.- se incorporó y se sentó en el troco en el que estaba yo. Tenía una elegancia al andar…- Yo era un joven Conde, mi padre murió cuando tenía 7 años, pero todo ese tiempo me maltrato.- hizo una pausa y se llevó las manos a la espalda.- Mi madre murió al yo nacer. Tuve una hermana, Merrywater, de mi padre y una criada, ella tenía 9 años, o tiene, no lo sé…
>>Al cumplir yo los 16 mi padre regresó, aún no lo entiendo. Él fingió su muerte y su plan era conquistar el mundo y arruinar my vida, matando a todos a los que yo quería, su mayor prioridad. Pasé un año salvando Londres de incontables ataques de mi padre, hasta que le vencí en su plan maestre, murió, le maté sin quererlo, pero al huir, el edificio en el que estaba se derrumbó u me mató…o eso creo. Luego desperté aquí.
>>Se lo prometí, le dije a Merry que volvería, que todo sería perfecto, que rescataría a Riff, que volveríamos a estar todos juntos, pero yo sabía la verdad, que no regresaría. Espero, que se haya casado con Oscar, como él quería, y que no llore por mí…
No supe que contestar. Me quedé helado. Su vida había sido peor que la mía y eso era decir. Me compadecí de ese chico, tan inocente que parecía, pero había pasado todo ese miedo y horror. Supongo que lo que sentía era mucho peor de lo que expresaba y como yo, ocultaba su verdadero ser bajo incontables capas.
Me acerqué un poco más a su lado, pero no mucho, no quería sobrepasar mi límite de autocontrol. Vi como en su rostro había pequeñas marcas del paso de las lágrimas y me entristeció.
-Yo… toda mi familia murió y mi prometida… no lo sé…- le conté mi historia, sin tantos detalles como la que os he contado, fui al grano.
-Tus cicatrices… ¿te las hizo ese hombre?- me miró con ternura.
Asentí y ahora la lágrima salió de mí.
Intenté ocultarlo, pero me vio. Revivir todo lo pasado me causó un dolor que no esperaba, hacía mucho tiempo que no lo recordaba, y a demás, no entendía que hacía contándole mi vida a un chico que hacía minutos que conocía.
Acercó su mano hacía mi mejilla, donde la indiscreta lágrima caía lentamente. Aparté de golpe mi rostro de sus finos dedos. ¿Por qué? Mi corazón latía con rapidez, no lo entendía, no sentía ni miedo, ni odio… solo un fuerte impulso de acercarme a esa piel pálida y bella, a esos labios rosaditos, esos ojos…pero no quería ceder, no quería llegar al límite.
-No me toques.- le grité. Se quedó helado, sorprendido, aún con la mano extendida hacia mí.
La apartó y miró al suelo, avergonzado. Pude ver que se sonrojaba. Pero llegué al límite. Los ojos de tristeza, su belleza… era como un ángel maldito, imaginándomelo paseando por las noches entre la alta sociedad, con su sonrisa distinguida…
Mis labios sobre los suyos, besándolos con pasión, con mis manos alrededor de su cuello y las suyas en mi pelo… ojalá ese momento fuera eterno…
-¡¡¡Squall!!!- oí la voz de Marina gritarme, así que me aparté de él y me levanté.- Squa…
Se paró. Vio al chiquillo que estaba a mi lado, completamente colorado y la cabeza gacha.
-¿Quién es?- preguntó.
-E---yo…soy...- no pudo hablar, estaba muy nervioso y a la vez asustado.
-Déjalo. – le dije.- Se llama Caín. Se quedará con nosotros.- le miré- Tranquilo, ya se que la ves enorme, pero te acostumbraras.
Me miró con los ojos muy abiertos, pero no dije nada más. Me limité a mirar a Marina fijamente.
-¡¡Guay!!! Le prepararé su rinconcito en un segundo, pequeño señorito Caín.
Se quedó con nosotros, le presenté a muñecos, y en casa nuestra relación trataba de evitarnos y ni mirarnos, los primeros días, luego por las noches, venía a mi cama y dormíamos juntos.